lunes, 1 de octubre de 2012

CLAROSCURO



 Es Clara la oscura habitante de la noche. Ojos relampagueantes henchidos de sombras, pelo azabache con miles de chispas estañadas.  Un traje de opaco cuero enfunda su elástico cuerpo marfil.  Puta más buena que santa, reina y albergue de todo lo que sea débil: gatos desmadrados, perros cuentacostillas, niñas con ínfulas caídas en alcantarilla, niños con tisis en el tufo. 
Es el Negro el clarividente de destinos ajenos.  Los suyos ejecutan la vida de los caídos en desgracia metal en mano.  Exige como dádiva de la corte callejera de infelices luciérnagas a su santa.  La negativa implica desgracia, hojas cortadoras de rostros hundidas en el vientre y la calle teñida de rojo desamparo.
Es el Choco un retinto compañero predilecto de la caminera de la noche.  Despacha papelinas cuadriculadas de estuco, brotes verdes de ausente humedad,  sueños circulares, espejismos inhalables. Escucha la sentencia.  Cierra los puños, decide, urde.
Es la noche acordada para el pago impuesto.  La banda sonora con relumbrantes tambores humedece al tirano de blanco llevando del brazo a jalones a la arisca y burlona prenda. En el cuarto comienza el ritual violento. Tirada por el piso tela blanca sobre rasgado cuero.   Blanco sobre negro, negro sobre blanco. Un crujido que se confunde con los del catre. Sordos sonidos de un puñal hundidos en sucesión en la carne oscura.  Clara bañada en rojo.

cECI mARTÍNEZ

De un poeta